lunes, 1 de junio de 2009

VI PREMIO LITERARIO DE PRIMAVERA GARCIA QUINTANA

“UNA CARTA IMPOSIBLE… PERO REAL”

No sabría cómo comenzar esta carta, entre otras razones porque aún no sé escribir bien. Pero siento tantas ganas de confesar mis sentimientos que aprovecharé la magia de la literatura para hacerlo. Dejo que el sortilegio vaya empapando las páginas, y observo cómo la pluma parece moverse protegida por mis dedos, obediente tan sólo a lo que mi cerebro le va ordenando, pensamientos que fluyen y se agolpan, represados en el limitado caudal de tinta que extiende las palabras en el papel. Porque los libros a veces son mágicos. Y éste será uno de ellos. Mi preferido.
Me llamo Carla y tengo cuatro años. Aún soy un poco pequeña para ciertas cosas, pero ya he crecido mucho. Tanto que llego al botón del ascensor casi sin ponerme de puntillas. Y soy lo suficientemente mayor como para comenzar a notar ciertas cosas muy importantes, como por ejemplo que sois los mejores papás que nunca hubiera soñado tener. Ni tan siquiera cuando estaba en la tripita de mamá y sentía a través de la placenta cómo papá te llenaba de cables y altavoces, y te hacía tantas cosquillas que te morías de la risa. Por cierto, que la música era bastante buena. Os doy las gracias por esos momentos tan agradables que me permitieron comenzar a sentir un vínculo con el exterior.
A veces me acuerdo del día en que nací. Supe que iba a ser duro cuando presentí las contracciones, presagio de un dolor que no tardaría en llegar, y deseé más que nada en el mundo no dejarte sola en ese momento tan importante para ti, tan importante para las dos. La verdad es que no sabía qué hacer, pero la voz de papá me dio la pista. Te pedía con insistencia que empujaras, y yo aporté mi granito de arena a pesar de no querer salir fuera, porque la verdad, se estaba muy a gustito en la gran barrigota de mamá. Pero también eran muy grandes las ganas que tenía de veros.
Y allí estabais. Por aquel entonces yo veía muy borroso, pero todavía me conmueve recordar vuestras caras de asombro y felicidad a partes iguales, mientras yo me desgañitaba llorando, porque hacía un frío del demonio en aquel paritorio del hospital. O al menos eso me pareció. Menos mal que pronto estuve en tu regazo, y noté de pronto cómo una especie de energía, de paz, nos envolvía a las dos. Como si el fin mismo de la vida pudiera resumirse en aquel extraño y pletórico instante. Mamá, tu respiración era tan relajante como un poderoso narcótico, y pronto me quedé dormidita. Lástima, porque me lo estaba pasando pipa de tanto escuchar palabras superchulas. Lo último que recuerdo de ese día es a papá haciéndome una foto mientras se asombraba de verme los deditos de la mano.
A medida que iban pasando los días todo comenzaba a resultar cada vez más fácil. Estabais un poco nerviosos al principio porque no conseguía coger bien el pecho. Pero los médicos aportaban su académica tranquilidad, diciendo que a veces pasaba, era normal. La verdad es que nací un mes antes porque tenía muchísimas ganas de conoceros, por eso era tan pequeñita y te preocupabas de que comiera todo para hacerme muy grande y no tener enfermedades.
Menos mal que pronto se solucionó todo, y en pocos días recuperé el peso perdido. No hacía otra cosa que dormir, tomar la leche de mamá, y hacer pis y caca. Bueno, también disfrutaba los ratitos que estaba despierta, porque era muy agradable escucharos a los dos decirme esas cosas tan bonitas y a hacerme cosquillas. Así me he quedado, con cuatro años y cada vez que pienso en las cosquillas me entra la risa…
El día que mamá tuviste que volver al trabajo también fue otro momento importante. Lo supe porque desde ese día dejaste de acercarme tu tetilla para que yo me alimentara. Menos mal que no perdimos ni contacto ni cariño. Al revés, comenzó a resultar divertido ver a papá intentando enchufarme los biberones con escasa maña. Pobre, lo intentabas con tanta paciencia que al final, para que no te pusieras triste, me lo tomaba todo de dos grandes tragos.
Ha pasado mucho tiempo. Ya habéis dejado de medirme la edad en meses y lo hacéis en años, como todo el mundo. Ahora estudio en un cole de mayores, y es muy bonito. Tiene la fachada que se da un aire a un enorme castillo con dos enormes torres flanqueando la entrada, todo de un ladrillo muy chulo, y por dentro los pasillos son largos y divertidos. El cole se llama García Quintana. Tengo muchos amigos con los que juego y aprendo un montón de cosas y me lo paso bomba, aunque en el recreo a veces hay unos niños mayores un poco brutos que no nos dejan los columpios. Lo que más me gusta es cuando soy la responsable. Tengo que ayudar a Marina, que es mi profe, porque los más pequeñajos de la clase no obedecen. Además, soy la primera de la cola cuando suena el timbre. Papá y mamá se alegran mucho cuando salgo a mediodía, y me dan muchos abrazos.
Es una suerte tener tanta gente buena cerca que te quiere, y te da chuches de vez en cuando, aunque luego haya que comer la comida…
Pues eso quería deciros. Que os quiero más que nada en el mundo.

4 comentarios:

Boris Rozas dijo...

Enhorabuena, amigo. Deliciosa tu carta...

Ya me invitarás a un café por el premio.

Un abrazo

Miguel Martinez Martinez dijo...

Muy bonita la carta.
Enhorabuena.
Leyendo lo del "bibe" entiendo ahora muchas cosas.
Fuera de bromas, muy bonita y muy tierna.
Reparte besitos para todas.
Salud.

JAVIER FRANCO dijo...

Me ha gustado muchisimo...soy otro treintañero mas que quiere poner su granito de arena para que este baby-boom sea mayor que el que lograron nuestros padres en los 70, y cartas como la tuya animan un montón...
Un abrazo

Anónimo dijo...

Animo compa,esta ha sido una de las mejores noticias que he recibido últimamente. Tengo preparado un tema para tu cuarta novela

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